miércoles, 17 de junio de 2015

Porque tú lo vales, la importancia de descubrir tu talento

Parece que este va a ser el siglo del trabajo vocacional, de la contribución desde la excelencia. ¿Quién no apuesta por descubrir ese talento diferencial que, además de nuestra vocación, es nuestra fortaleza, para dedicarnos a ello?
El mensaje está en boca de todos. Sin embargo, aún existe un trecho entre el decir y el hacer, donde esto último es lo que es lo que importa. La crisis ha debilitado esta apuesta, al reactivarse el mensaje parental: “busca algo seguro que te dé de comer y, si ganas un buen dinerito, mejor”, olvidando que el trabajo sin pasión es una forma de esclavitud emocional, del que poca excelencia cabe esperar.
Lo cierto es que hoy, en esferas educativas, sociales y laborales, nos topamos con este mensaje de descubre tu talento y gánate la vida con él. Choca con la falta de sintonía entre las prácticas educativas y el mundo laboral. La educación hoy todavía sigue basándose en contenidos más propios del siglo XX, en lugar de desarrollar habilidades personales, emocionales y relacionales, claves para el éxito y la realización profesional. Además, un cambio cada vez más acelerado en los modelos productivos y de negocio, parejo a una evolución sin precedentes en la demanda de perfiles emergentes, a medio definir, complica aún más el maridaje educación-profesión, y el descubrimiento de mi área fuerte de contribución

La importancia de descubrir tu talento
Hoy es posiblemente más difícil y necesario que nunca encontrar nuestro talento diferencial.  Ese talento que se corresponde a nuestra esfera de capacidades naturales que, además de dársenos especialmente bien, nos apasiona practicar. Sólo nos faltaría dar con un formato de valor para el mercado, y que así nos podamos ganar la vida con ello.

Pero, ¿qué es el talento?: disposición (pasión), capacidad (destreza) y valor (venta)
Sin embargo, esto puede resultar algo más complejo de lo que parece. Lo primero, concretemos a qué nos referimos con talento. Una propuesta: talento como combinación excelente de actitudes y capacidades, cuya aplicación es también excelente en cuanto a resultados logrados. Coincidiendo con José Antonio Marina, el talento es siempre talento aplicado.
A la hora de trabajar la orientación de carrera –a qué me dedico-, es cuando surgen algunas cuestiones relevantes para caracterizar el talento diferencial. ¿Dónde ponemos el foco?
Por ejemplo, en cuanto a la naturaleza componencial  del talento: valores, motivaciones habilidades, recursos, comportamientos,...  ¿basaremos las decisiones de orientación en los aspectos meramente motivacionales o de preferencias como nos propone Frederic Kuder?,  ¿exploraremos también las capacidades con tests de rendimiento al uso?, ¿contemplaremos la orientación de carrera (anclas), como sugiere Edgar Schein? ¿Cómo consideraremos el rendimiento, académico o profesional, en la ecuación? ¿Incluiremos las habilidades tradicionalmente menos  consideradas  pero hoy con gran peso, como las sociales, emocionales, corporales y de autogestión? 
Existen otros aspectos también relevantes, que condicionarán el proceso y los resultados obtenidos, como son:
-       el grado de concreción (dimensión molar-molecular) a la hora de caracterizar el talento.  ¿Usaremos enfoques generalistas, como el de las inteligencias múltiples de Howard Gardner?, ¿o quizás más de detalle, como el  modelo morfológico de Joy Paul Guilford, con más de 100 inteligencias diferenciadas?  
-       La dimensión externo- interno:  ¿el talento se refiere a algo propio e interno al individuo (valor, habilidad) como sugiere Martin  Seligman?,  ¿es algo propio pero más externo y evidente como el comportamiento?, ¿ se refiere a su ámbito de acción (función, actividad o tarea), como proponen desde Gallup?  ¿o más bien al resultado logrado, contribución o entregable, como parece importar al sistema educativo para pronosticar la carrera?

Todo esto puede sonar baladí o la quinta derivada del proceso. Sin embargo, su consideración es fundamental desde un punto de vista de orientación y de desarrollo. Podemos ser demasiados restrictivos o demasiados vagos y al final no ayudar. El enfoque dependerá de cada caso. Asimismo, las pistas para su desarrollo estarán en función de cómo caractericemos a ese talento único.
Existen personas con una destreza muy singular y concreta, como por ejemplo la capacidad de distinguir el olor de un aldehído frente a un formaldehido de gran valor para la industria química, frente a otras con un talento de amplio espectro: se le da bien todo lo que tiene que ver con organizar. Dicho esto, lo importante es que seamos tan restringidos o amplios como lo es el talento de la persona en esa etapa de vida, condiderando todos sus componentes. No es lo mismo, para una misma persona, concluir que tiene una gran fuerza, rapidez y precisión en las extremidades”, o  que “es un gran delantero de fútbol”; a priori, el primer caso nos puede abrir más puertas que el segundo, mientras que éste último proporciona más foco.
Es igualmente importante contrastar el “ámbito de actuación” o “estilo de aplicación” preferido del talento, ya que puede marcar la diferencia entre éxito y frustración. Una cosa es que me guste y se me dé bien curar a enfermos, y otra que quiera practicar en un hospital privado, como médico cooperante en Etiopia  o investigando en un laboratorio.

La orientación vocacional es algo más
La orientación vocacional y de carrera, como venimos diciendo, tiene hoy mucho sentido. Teniendo en cuenta que muy posiblemente dediquemos más tiempo al trabajo que a cualquier otra actividad en nuestra vida y que, idealmente, viviremos de ello, dedicar atención a conocer nuestro perfil de talento diferencial  será nuestra mejor inversión.
Existen algunos momentos vitales idóneos para esta reflexión, como es la infancia, la pubertad y la adolescencia, cuando nos enfrentamos a las elecciones de carrera: qué estudiar / trabajar. También en la edad madura nos podemos encontrar con nuevos cruces de caminos en los que sentimos la necesidad de reorientar nuestra profesión o forma de contribuir. Esto será más probable en la medida en que nuestras primeras elecciones hayan estado inspiradas en necesidades o motivaciones extrínsecas: un salario, un puesto seguro, …, y no tanto en actividades que respondan a nuestra vocación (preferencias, intereses) y capacidades personales. 
De hecho, hoy es relativamente frecuente en personas de cuarenta y tantos plantearse un cambio, tras ser consciente de una situación no deseada. Recuerdo el caso de algún cliente diciéndose a sí mismo “dios mío, ¡qué estoy haciendo con mi vida…!” al constatar una sensación desasosegante de vivir para trabajar, sin disfrutar ni crecer con ello, sólo sobrevivir... mientras el tiempo se escapa entre los dedos. La alternativa de trabajar para vivir tampoco es la solución, ya que siguen yuxtaponiendo los dos términos clave.  La solución es sin duda trabajar y vivir o viceversa.  Lograr que el trabajo sea fuente de vida, de satisfacción y de crecimiento, es el reto. Trabajar en lo que me apasiona, con aquellos recursos y capacidades naturales en mí, con cuyo ejercicio fluyo y disfruto, me hago mejor y doy también lo mejor de mí mismo. Un círculo virtuoso y positivo para todos.

Lo social como fuente privilegiada de información
La información que me permiten conocer, contrastar y actualizar cuál es mi talento hoy tiene un elevado valor.  Tradicionalmente han provenido de auto-informes (cuestionarios, formularios), el rendimiento en laboratorio (tests de capacidades) y la valoración clínica (entrevistas psico-profesionales), siendo más infrecuentes las pruebas situacionales o el registro en situaciones reales. Hoy en día, de la mano de lo 2.0 y la convivencia en red, ha cobrado protagonismo la información social, que además resulta de enorme valor diagnóstico. No sólo porque hoy se haya configurado como la  información más válida y fiable para caracterizar realidades, sino porque una valoración social del talento tiene todo el sentido, ya que la aplicación del talento siempre tendrá un impacto en otros, de forma directa o indirecta. El talento lo es en la medida en que tiene valor de contribución, especialmente en este terreno vocacional-profesional.
El criterio social, cada vez más presente en las decisiones individuales y organizativas, supone una fuente de información significativa, fiable y válida para descubrir nuestros talentos diferenciales. Sólo hemos de hacer preguntas adecuadas a personas con criterio en un contexto oportuno, para obtener respuestas de enorme valor.

El reconocimiento social, algo muy valioso para empleado y empresa
Así, el reconocimiento social es una fuente de inspiración privilegiada para (re)orientar la carrera, combinación de pasión y habilidad, que han de converger en un área de actividad / contribución diáfano, por el que alguien, sea el mercado laboral o el consumidor final, esté dispuesto a pagar.
Las organizaciones con sistemas de reconocimiento social implantados cuentan con este gran valor añadido: cada empleado está recibiendo en tiempo real pistas concretas sobre su talento más destacado, a ojos de los demás. Esto le permite ir reajustando su hacer profesional, desde especializarse en sus fortalezas para lograr la excelencia en la función, hasta evolucionar en su carrera hacia roles con mayor sentido y significado para su perfil vocacional.
Con esto, no sólo gana el empleado, también la empresa está haciendo que cada uno incremente su motivación y compromiso, al irse aproximando paulatinamente a aquellas actividades que le motivan intrínsecamente. Además, es más probable que en esas funciones llegue a desatacar en términos de excelencia y contribución, al ser su talento diferencial, ya que somos muy buenos en lo que somos buenos.
Además, el reconocimiento social supone un extra motivacional importante: es un refuerzo positivo, una alabanza o agradecimiento por el buen hacer, lo que propicia un clima social colaborativo y positivo, de confianza, basado en aplaudir lo bueno de cada uno –algo característico de los equipos de alto rendimiento.

Un futuro ideal
Disfrutar con lo que hacemos en un entorno nutritivo y de confianza es una de las maneras más eficaces de asegurar valor y satisfacción para nuestros clientes. Lo contrario, es una de las razones de mediocridad, cuando no fracaso, en nuestra función como organización. Si cuidamos esta higiénica práctica con nuestros empleados, facilitándoles feedback de su contribución a ojos de su entorno, el éxito de nuestra compañía será, más que posible, inevitable.  

Antonio Delgado
ad@videobravo.net
@bravoadc

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