Nos dicen siempre lo que hacemos mal, pero casi nunca nos dicen lo que hacemos bien. ¿Qué consecuencias trae el no elogiar a los demás?
El artÃculo de El Pais, "Ausencia de halagos", de Ferran Ramon-Cortes, nos plantea una reflexión sobre la falta de reconocimiento de los comportamientos positivos de los demás y su efecto emocional en la autoestima. Algo conocido, dirÃa incluso cultural, a lo que estamos acostumbrados. Ofrecemos un extracto de este interesante artÃculo.
Somos implacables transmitiendo a los demás nuestras crÃticas y sin
darnos cuenta omitimos los halagos. Cuando algo no nos gusta de otro o ha hecho algo mal, sentimos la necesidad de decÃrselo. Sin embargo, cuando las cosas
salen bien y estamos contentos del trabajo de alguien, nos cuesta muchÃsimo
decÃrselo. Nos parece cursi, innecesario o incluso contraproducente. Como dijo un alto ejecutivo a propósito del excelente trabajo de un
subordinado, “mejor no decÃrselo, que se lo cree y se relaja”.
Lo cierto es que nos
sobrecargamos los unos a los otros de crÃticas y reproches, prescindiendo de reconocimientos y halagos. Recibimos
muchos menos halagos que crÃticas. Sin embargo, está demostrado cientÃficamente que necesitamos al menos cinco halagos por cada crÃtica,
ya que para la mente humana lo malo es más fuerte que lo bueno. Nadie es inmune a la sobrecarga de juicios negativos. Necesitamos reconocimiento. Su ausencia deja huella en nuestro estado emocional: La falta de reconocimiento mina la autoestima.
Es bueno halagar generosamente a los demás cuando lo merecen, como también lo es
saber recibir y disfrutar de un halago merecido. Ambos
comportamientos son signo de seguridad interna. Además esta disposición genera una espiral positiva en nuestras relaciones con los demás, ya que un reconocimiento auténtico contagia una actitud en espejo en nuestro entorno.
Antonio Delgado
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