Muchas organizaciones se enfrentan al desafío de lograr un entorno que resulte a la vez “atractivo para estar, convivir, innovar y producir de forma eficaz”. Un reto enorme, para el que hoy día ya no nos valen muchos de los enfoques al uso, “made in siglo XX”.
De forma paulatina –no tanto-,
estamos asistiendo a una transformación social
relevante, que exige a las organizaciones cambios profundos. Las nuevas actitudes y formas de relación en las generaciones emergentes, la
necesidad de cuestionarnos de forma cada vez más frecuente nuestros productos,
mercados y alianzas; una realidad social en red –tecnológica y personalmente- en
esencia colaborativa, donde las grandes propuestas y avances son anónimos o,
cuando menos, co-creados,… no son sino algunas evidencias contundentes de dicho
proceso de cambio en lo social.
Tanto las estructuras
organizativas como los procesos de trabajo hoy se encuentran dislocados
respecto a esta nueva realidad. Necesitamos abordar con cierta urgencia una
transformación, no una actualización o “lavado de cara”, ya que supone un
replanteamiento profundo sobre “cómo hacer aquí las cosas”.
Un aspecto clave es el cultural. El
reto es lograr que todos los empleados “vivan la empresa en primera persona”.
Para ello es muy útil no sólo asumir, sino utilizar como elementos fuerza los vectores
del cambio: entornos colaborativos, globales, digitales, diversos,… En este punto es fundamental contar con valores reales y cercanos, que orienten (‘con ellos comprendo lo que se espera de mí, qué comportamientos se
valoran’), ayuden (‘hago mejor mi trabajo, me relaciono mejor, me
desarrollo y me siento mejor’) e integren
(‘me siento orgulloso de trabajar en una empresa que da
importancia a estas cosas’).
¿Cómo abordar de forma práctica y
eficaz el cambio? La propuesta desde aquí es inspirarnos en enfoques como la indagación apreciativa (IA), de
contrastada eficacia a la hora de transformar la organización hacia su mejor versión. El proceso, absolutamente
colaborativo, hace que todos se impliquen, dando lo mejor de sí. Cuando decimos
todos no nos referimos sólo a directivos, jefes y resto de empleados, sino que
el enfoque permite involucrar a otros agentes relacionados, como son los
clientes, consumidores y proveedores, entre otros. Un enfoque absolutamente
sistémico, que se apoya en –y promueve a su vez- la confianza. Primero en la autoconfianza
y luego en la de los demás, apostando por nuestra
gente.
La IA se inspira en determinados principios que la hacen especialmente potente y valiosa para la “higiene” de las organizaciones, evitando el anidamiento de actitudes o escenarios tóxicos.Dos de los principios más relevantes son las piezas de su denominación.
Indagación. Se refiere a la capacidad orientadora y transformadora de las preguntas. Si las palabras, el lenguaje, construyen la realidad, las preguntas son el foco con el que damos un relieve especial a determinados aspectos. Preguntar sobre algo no sólo fija nuestra atención sobre el tema –lo que ya es importante-; además, hace más probable que ocurran cosas alrededor de lo preguntado. Estudios tradicionales como el efecto Rosenthal o Pigmalión ya lo han demostrado. Así, si preguntamos sobre problemas, déficits, errores y debilidades fomentaremos una mirada crítica que lejos de ayudar, promoverá el incremento de tales fenómenos; ya que sólo tendremos ojos para estos hechos. Mientras que si indagamos sobre oportunidades, casos de éxito, fortalezas, capacidades y contribuciones extraordinarias nos sorprenderemos de que no sólo existen hechos favorables y de valor; además, veremos cómo se promueve una corriente de acontecimientos positivos en el entorno analizado.
Apreciativa. Muy ligado al anterior, el término se refiere al modo de indagar, a cómo se nos sugiere que busquemos elementos relevantes en el proceso analizado. Un modo apreciativo, positivo, posibilista y bienintencionado. Según los hallazgos de la investigación social respecto del papel del observador en los procesos analizados, sabemos que su mera presencia influye y su aproximación nunca es neutra u objetiva, aunque esa sea su intención sincera. Reconociendo esto, la IA propone como actitud indagadora el opuesto al del análisis crítico. Un enfoque apreciativo significa “mirar con buenos ojos”, apreciar lo valioso, ser posibilista, mantener una actitud optimista y positiva sobre la realidad observada. Puestos a elegir –ya que eso de la objetividad es un mito- parece la mejor opción, ¿no? Otra cosa es que por motivos fundamentalmente educativos nos cueste muchísimo ejercitar dicha actitud.
De hecho, una de las cualidades
que parecen diferenciar al comportamiento optimista es que ante un imprevisto, el
planteamiento interno es algo así como “vaya,
¡qué sorpresa! A ver qué trae de bueno esto…” frente a un “y ahora, ¿de qué
problema se trata?, ¿por qué habrá aparecido este imprevisto y cómo me
limitará?”
En este enfoque de la IA, la realidad -que se construye desde el lenguaje-, es fundamentalmente social. Esto es, son los procesos de interacción los que crean, perfilan y definen nuestra realidad. Un enfoque absolutamente vigente, en donde lo colaborativo viene a ser un imperativo para cualquier organización con ambición de supervivencia.
De ahí la importancia, cada vez mayor, de cuidar conscientemente los procesos culturales en las organizaciones, para definir su realidad: quiénes somos y cómo entendemos el mundo (visión), qué queremos y para qué estamos aquí (misión), qué nos importa y nos mueve (valores). La IA en este sentido es una propuesta claramente ventajosa. Permite abordar lo cultural (creación, transformación o despliegue) bajo un enfoque apreciativo y social, implicando a todos en el proceso. No se ha inventado mejor manera para que los participantes hagan suyos los resultados y los vivan con especial intensidad en el día a día.
Antonio Delgado
ad@videobravo.net
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