Mucho se
está escribiendo sobre si la felicidad
es un resultado, una meta o más bien un proceso, un camino o una “forma de estar”. Causa o efecto. Origen
o destino.
¿Hago actividades
que provocan felicidad y así logro ser feliz? ¿O, más bien, soy feliz por lo
que hago cosas ‘de persona feliz’?
Quizás sea
bueno ir concretando para avanzar. Centrémonos en lo que hacemos en un momento
dado. Puede que estemos entreteniéndonos con una afición, resolviendo un enigma
o incluso algo más trascendental, da igual. Quiero relacionar ese hacer con la felicidad; esto es,
¿existen “haceres” que nos aproximen
a la felicidad?
Invitemos a los 6 maestros de la indagación, con la esperanza de arrojar
luz en este asunto. Son las preguntas Qué, Quién, Cómo, Cuándo, Dónde y Porqué.
Qué hago.
Esta pregunta
nos ofrece información descriptiva. Hace referencia a la actividad, permitiéndonos diferenciar “lo que hago” de “lo
que no hago”. Una descripción sucinta será una etiqueta o conceptualización –por
ejemplo, juego al baloncesto-, mientras que una descripción más exhaustiva
posiblemente invadirá el terreno del cómo,
describiendo los qués de los cómos
–por ejemplo, juego al baloncesto de
forma muy intensa, como si lo fueran a prohibir. El “qué” nos ayuda a discriminar actividades en un continuo de “mayor a
menor atractivo”, aportando poco más respecto de la felicidad. Lo que hago, ¿es
la fuente de mi felicidad, más bien una expresión de la misma, o un broche que
cierra en círculo las dos cosas?
Cómo lo hago.
Nos habla
del proceso, del formato o estilo de la acción, de los recursos empleados.
Metodología pura. El “cómo hago” es fundamental desde una perspectiva
emocional. Con el cómo, abrimos el abanico de las posibilidades, de tal suerte que una misma actividad puede ser
fuente de disfrute, hastío o frustración
sencillamente por la forma de abordarla.
Existe un cómo atribucional (“cómo lo veo”) y un cómo procedimental (“cómo lo hago”), donde
el primero condiciona al segundo. Dicho en corto, según la idea que tenga de la
actividad, de mi pericia en ella y del contexto, elegiré un “cómo operativo” u
otro.
En el cómo
están las claves del disfrute y de sus opuestos. Que algo sea más o menos entretenido, divertido,
gozoso o extasiante depende fundamentalmente del cómo. La búsqueda de
formatos, procedimientos y recursos para contar con alternativas de acción placenteras,
es el camino explorado por los hedonistas. Al límite, da casi igual lo que
hagamos, lo importante es el estilo, la forma o disposición de cómo nos
enfrentamos a ello.
Por ejemplo,
una respuesta al “cómo hacer gozoso” es la aportada por Mihály Csíkszentmihályi.
Ha descubierto qué formato tienen las tareas con “flow”,
un estado cercano a la idea de felicidad que implica estar absorto, entretenido
y disfrutando con la acción.
El
cómo es muy relevante; sin embargo, parece que no
es “la fuente de felicidad”, entendida como “estado vital”.
Intuitivamente, la diversión, la alegría y el disfrute están muy cerca de la
felicidad, pero ni son sinónimos ni necesariamente los primeros llevan a la
segunda. De hecho, existen corrientes de opinión que sugieren que el ejercicio
de actividades meramente gozosas en lo material nos aleja de la verdadera felicidad (ver por
ejemplo el punto 7 de “10
pequeños hábitos que pueden arruinar tu felicidad”). Parece que la
felicidad auténtica dependerá en mayor medida de algunas claves adicionales,
que descubriremos de la mano del porqué.
Dónde y Cuándo hacerlo
Suponen las
coordenadas espaciotemporales; nos ayudan a ubicar la experiencia desde un
punto de vista de adecuación – inadecuación. Hay pocos comportamientos
universalmente válidos; depende del contexto y de las circunstancias para
resultar adaptativos… o todo lo contrario -piensa si no en una buena carcajada
en pleno funeral. Seguro que existen actividades en concreto (qués),
que bajo un formato dado (cómos) y con determinadas compañías
(quiénes)
nos proporcionan alegría, satisfacción o gozo -si no felicidad. Eso sí, en
determinados lugares y momentos,
y no en cualquier circunstancia. Estas dos preguntas –dónde y cuándo- nos
hablan de la adecuación situacional, algo muy relevante aunque no dejan de ser aspectos
operacionales o logísticos, y no tanto del
fondo de la cuestión en relación a la felicidad.
Quíén lo hace / con quién lo hago.
La pregunta quién aquí tiene diversas derivadas. La
primera, como sujeto de la acción, se refiere
a uno mismo como actor principal. La segunda habla de qué "otros
participantes” están involucrados en la acción. Desde este punto de vista, la
pregunta es situacional, próxima a dónde
y cuándo, en función del tipo de
actividad. Por tanto, la elección del “con quién” es operacionalmente
relevante, ya que dependiendo qué personas, existirá diferencia
en la experiencia vivida. Existe una tercera derivada, que es “para quién
lo hago”; su sentido viene del “para qué / porqué”, que es el siguiente maestro
a tratar.
Porqué lo hago
Mientras que
las anteriores preguntas se mueven en niveles relativamente superficiales
–descriptivo, operacional, procedimental,…
el porqué nos lleva al
núcleo de la cuestión.
Preguntarnos
el porqué de las cosas es buscar su origen, comprender su razón de ser. En el
caso que nos ocupa, la formulación “porqué hago esto”, entronca con nuestras
creencias y valores, algo muy consustancial a “lo que yo soy”, ya que mis
creencias y valores son consistentes con lo que considero importante, con mi
esencia. Por tanto, el porqué de las
cosas que hago encierra las claves de la felicidad. La cuestión es: si actúo de
acuerdo a mis valores, ¿seré feliz?
Ser, hacer y tener
Llegado a
este punto quiero relacionar el ser,
con el hacer y el tener para profundizar en qué es la felicidad
y cómo lograrla.
Uno es
feliz, no hace ni tiene felicidad. Sin embargo, existe la idea de que la
felicidad guarda una relación muy estrecha con el tener, normalmente un tener
consumista (poseer bienes, recursos económicos,…). Mientras más tenga, más feliz
podré ser. Sin embargo, este
planteamiento, ampliamente compartido, parece erróneo. Existen estudios que rompen esa relación causa-efecto. Salvando los extremos límites de
pobreza y falta de recursos, parece que la felicidad es independiente del
tamaño de la cuenta corriente.
Lamentablemente,
vivimos en una sociedad en donde “tanto tienes, tanto vales”, lo que explica
muchos de los fenómenos de ostentación y exhibicionismo como forma de
prestigiarnos socialmente. Sin embargo, ahí no está la felicidad.
En cuanto al
hacer,
parece que lo que hacemos y, sobre todo, cómo lo hagamos, puede ser una fuente
satisfacción, alegría, gozo… Aunque, como dijimos, esto no es sinónimo de
felicidad, la mayoría buscamos actividades placenteras (o de formato al menos
entretenido, agradable, confortable) como forma de sentirnos mejor, si no más
felices.
¿Cuándo “el
hacer” nos aproxima a la “felicidad verdadera”? cuando ese hacer está
perfectamente alineado con “el ser”. Si
lo que hago –cómo lo hago y porqué- es coherente con cómo soy, posiblemente esté siendo
feliz. La felicidad reside más en el ser que en hacer; seremos felices cuando nuestro
modo de actuar sea consistente con nuestras creencias y valores, que reflejan lo
que en esencia somos.
Hay dos
consideraciones en este punto respecto al ser y a la felicidad. La primera
tiene que ver la naturaleza de nuestras creencias
y valores. La segunda, como ya
adelantábamos, es la relativa al grado de coherencia
entre “ser-hacer-tener” en nuestro día a día.
Creencias y Valores
Existen
muchas creencias y valores, casi infinitos, si atendemos a todos los matices
que cada persona puede considerar.
En cuanto a
las creencias, propongo una
aproximación para avanzar. Existen una serie de “creencias limitantes”
trabajadas a fondo desde la psicoterapia cognitiva (Albert Ellis, Aaron Beck, Donald Meichenbaum,…) frente a otro tipo de creencias,
más “potenciadoras o adaptativas” que en esencia se caracterizan por tener una
naturaleza “generativo-optimista-realista”. Estas últimas nos acercan más a una
vida feliz, frente a las primeras, que tienden a complicarnos la vida.
En cuanto a
los valores, veamos un par de opciones
para considerar cuáles nos acercan a la felicidad. Podemos identificar los
valores de las principales religiones o “filosofías de vida”. Si hallamos el
subconjunto de valores compartidos por la mayoría, tendremos una pista
relevante.
Alternativamente,
podemos ahorrarnos ese esfuerzo y considerar la propuesta de “valores
universales” planteada por Martin
Seligman, tras un trabajo similar realizado durante años hace ya más de una
década. Encontró 24.
Resumiendo
mucho, parece que los valores relacionados con “contribución a los demás”
son los que guardan la esencia de la felicidad.
Curiosamente, las profesiones caracterizadas por ayuda y generosidad son la que más relación
guardan con ser feliz, independientemente de salarios, estatus y demás
consideraciones “del tener”.
Por tanto, el
reto de ser feliz, implica primero
trabajar nuestras creencias y valores en el sentido comentado. Segundo, no
menos importante, hemos de revisar la consistencia entre nuestro ser
(creencias y valores) con nuestro hacer
y nuestro tener. Si, por ejemplo, trabajamos eficazmente en una sociedad
prestamista aprobando créditos y por otro lado la generosidad y el altruismo
son valores que nos caracterizan, tenemos difícil el ser felices. La disonancia
entre lo que hago y lo que soy,
en este caso extremo provocará muy posiblemente la alteración de uno de los
componentes de la ecuación para evitar el malestar o sufrimiento personal.
En resumen,
ante el reto de ser feliz, proponemos un plan de acción:
1º Revisa tu marco de creencias y valores.
Si es
necesario, crea una versión 2.0, más alineada con tu nuevo objetivo de ser feliz (creencias
potenciadoras y valores positivos).
Valora si
tus creencias básicas te limitan o, todo lo contrario, te potencian.
Igualmente identifica
y sopesa tus valores, haz explícito lo que de verdad es importante para ti.
¿Son valores positivos, ecológicos, te ayudan a “crecer y contribuir”?
2º Chequea la coherencia Ser-Hacer-Tener
Valora si
existe armonía entre quién eres (lo
que es importante para ti reflejado en tus valores), lo que haces (y sobre todo, cómo
lo haces) y lo que tienes.
Una forma de
actuar consiste en identificar tus actos más característicos y frecuentes (qué
hago), y pregúntate cómo los haces y sobre todo porqué; ¿es coherente con tu ser?
Igualmente
constata si tu tener es consistente
con tus valores y proponte los
cambios que consideres oportunos.
Reajusta
para lograr un mayor alineamiento. Al actuar
desde tus valores, notarás el cambio.
3º Desarrolla y mantén una mirada nítida
desde tus creencias y valores
Mira con
nuevos ojos lo que te rodea y lo que te ocurre en el día a día.
A veces en lo
sutil y en lo pequeño se encuentra el ingrediente que lo cambia todo.
Aprovecha a
disfrutar con todo lo bueno que ocurre a tu alrededor, valora cualquier
descubrimiento, cambio o gesto como una oportunidad para ser un poco más feliz.
Y, si te has
dado una nueva oportunidad, ¿por qué no dársela también al resto?
Feliz viaje!
Antonio
Delgado
La felicidad es modo de vivir.
ResponderEliminarRealmente bueno este post. Me ha gustado mucho y me ha resonado lo de la alineación. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo
Excelente el análisis y la reflexión, comparto además la investigación de las 24 fortalezas de Martin Seligman. Te felicito querido Antonio, por las propuestas para elaborar un plan de acción donde lo esencial es conseguir el grado de bienestar aprovechando los recursos de las creencias y los valores, y en el valor de lo pequeño, el poder de lo pequeño....,
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