martes, 16 de septiembre de 2014

Seis preguntas y un modelo alrededor de la felicidad


Mucho se está escribiendo sobre si la felicidad es un resultado, una meta o más bien un proceso, un camino o una “forma de estar”. Causa o efecto. Origen o destino.
¿Hago actividades que provocan felicidad y así logro ser feliz? ¿O, más bien, soy feliz por lo que hago cosas ‘de persona feliz’?


Quizás sea bueno ir concretando para avanzar. Centrémonos en lo que hacemos en un momento dado. Puede que estemos entreteniéndonos con una afición, resolviendo un enigma o incluso algo más trascendental, da igual. Quiero relacionar ese hacer con la felicidad; esto es, ¿existen “haceres” que nos aproximen a la felicidad?
Invitemos a los 6 maestros de la indagación, con la esperanza de arrojar luz en este asunto. Son las preguntas Qué, Quién, Cómo, Cuándo, Dónde y Porqué.



Qué hago.
Esta pregunta nos ofrece información descriptiva. Hace referencia a la actividad,  permitiéndonos diferenciar “lo que hago” de “lo que no hago”. Una descripción sucinta será una etiqueta o conceptualización –por ejemplo, juego al baloncesto-,  mientras que una descripción más exhaustiva posiblemente invadirá el terreno del cómo, describiendo los qués de los cómos –por ejemplo, juego al baloncesto de forma muy intensa, como si lo fueran a prohibir. El “qué” nos ayuda a discriminar actividades en un continuo de “mayor a menor atractivo”, aportando poco más respecto de la felicidad. Lo que hago, ¿es la fuente de mi felicidad, más bien una expresión de la misma, o un broche que cierra en círculo las dos cosas?

Cómo lo hago.
Nos habla del proceso, del formato o estilo de la acción, de los recursos empleados. Metodología pura. El “cómo hago” es fundamental desde una perspectiva emocional. Con el cómo, abrimos el abanico de las posibilidades, de  tal suerte que una misma actividad puede ser fuente de disfrute, hastío o  frustración sencillamente por la forma de abordarla.
Existe un cómo atribucional (“cómo lo veo”) y un cómo procedimental (“cómo lo hago”), donde el primero condiciona al segundo. Dicho en corto, según la idea que tenga de la actividad, de mi pericia en ella y del contexto, elegiré un “cómo operativo” u otro.
En el cómo están las claves del disfrute y de sus opuestos. Que algo sea más o menos entretenido, divertido, gozoso o extasiante depende fundamentalmente del cómo. La búsqueda de formatos, procedimientos y recursos para contar con alternativas de acción placenteras, es el camino explorado por los hedonistas. Al límite, da casi igual lo que hagamos, lo importante es el estilo, la forma o disposición de cómo nos enfrentamos a ello.
Por ejemplo, una respuesta al “cómo hacer gozoso” es la aportada por  Mihály Csíkszentmihályi. Ha descubierto qué formato tienen las tareas con “flow”, un estado cercano a la idea de felicidad que implica estar absorto, entretenido y disfrutando con la acción.
El cómo es muy relevante; sin embargo, parece que no es “la fuente de felicidad”, entendida como “estado vital”. Intuitivamente, la diversión, la alegría y el disfrute están muy cerca de la felicidad, pero ni son sinónimos ni necesariamente los primeros llevan a la segunda. De hecho, existen corrientes de opinión que sugieren que el ejercicio de actividades meramente gozosas en lo material nos aleja de la verdadera felicidad (ver por ejemplo el punto 7 de “10 pequeños hábitos que pueden arruinar tu felicidad”). Parece que la felicidad auténtica dependerá en mayor medida de algunas claves adicionales, que descubriremos de la mano del  porqué.



Dónde y Cuándo hacerlo
Suponen las coordenadas espaciotemporales; nos ayudan a ubicar la experiencia desde un punto de vista de adecuación – inadecuación. Hay pocos comportamientos universalmente válidos; depende del contexto y de las circunstancias para resultar adaptativos… o todo lo contrario -piensa si no en una buena carcajada en pleno funeral. Seguro que existen actividades en concreto (qués), que bajo un formato dado (cómos) y con determinadas compañías (quiénes) nos proporcionan alegría, satisfacción o gozo -si no felicidad. Eso sí, en determinados lugares y momentos, y no en cualquier circunstancia. Estas dos preguntas –dónde y cuándo- nos hablan de la adecuación situacional, algo muy  relevante aunque no dejan de ser aspectos operacionales o logísticos, y no tanto del fondo de la cuestión en relación a la felicidad.

Quíén lo hace / con quién lo hago.
La pregunta quién aquí tiene diversas derivadas. La primera, como sujeto de la acción, se refiere a uno mismo como actor principal. La segunda habla de qué "otros participantes” están involucrados en la acción. Desde este punto de vista, la pregunta es situacional, próxima a dónde y cuándo, en función del tipo de actividad. Por tanto, la elección del “con quién” es operacionalmente relevante, ya que dependiendo qué personas, existirá diferencia en la experiencia vivida. Existe una tercera derivada, que es “para quién lo hago”; su sentido viene del “para qué / porqué”, que es el siguiente maestro a tratar.

Porqué lo hago
Mientras que las anteriores preguntas se mueven en niveles relativamente superficiales –descriptivo, operacional, procedimental,…  el  porqué nos lleva al núcleo de la cuestión.
Preguntarnos el porqué de las cosas es buscar su origen, comprender su razón de ser. En el caso que nos ocupa, la formulación “porqué hago esto”, entronca con nuestras creencias y valores, algo muy consustancial a “lo que yo soy”, ya que mis creencias y valores son consistentes con lo que considero importante, con mi esencia. Por tanto, el porqué de las cosas que hago encierra las claves de la felicidad. La cuestión es: si actúo de acuerdo a mis valores, ¿seré feliz?

Ser, hacer y tener
Llegado a este punto quiero relacionar el ser, con el hacer y el tener para profundizar en qué es la felicidad y cómo lograrla.
Uno es feliz, no hace ni tiene felicidad. Sin embargo, existe la idea de que la felicidad guarda una relación muy estrecha con el tener, normalmente un tener consumista (poseer bienes, recursos económicos,…). Mientras más tenga, más feliz podré ser.  Sin embargo, este planteamiento, ampliamente compartido, parece erróneo. Existen estudios que rompen esa relación causa-efecto. Salvando los extremos límites de pobreza y falta de recursos, parece que la felicidad es independiente del tamaño de la cuenta corriente.
Lamentablemente, vivimos en una sociedad en donde “tanto tienes, tanto vales”, lo que explica muchos de los fenómenos de ostentación y exhibicionismo como forma de prestigiarnos socialmente. Sin embargo, ahí no está la felicidad.
En cuanto al hacer, parece que lo que hacemos y, sobre todo, cómo lo hagamos, puede ser una fuente satisfacción, alegría, gozo… Aunque, como dijimos, esto no es sinónimo de felicidad, la mayoría buscamos actividades placenteras (o de formato al menos entretenido, agradable, confortable) como forma de sentirnos mejor, si no más felices.
¿Cuándo “el hacer” nos aproxima a la “felicidad verdadera”? cuando ese hacer está perfectamente alineado con “el ser”.  Si lo que hago –cómo lo hago y porqué- es coherente con cómo soy, posiblemente esté siendo feliz. La felicidad reside más en el ser que en hacer; seremos felices cuando nuestro modo de actuar sea consistente con nuestras creencias y valores, que reflejan lo que en esencia somos.
Hay dos consideraciones en este punto respecto al ser y a la felicidad. La primera tiene que ver la naturaleza de nuestras creencias y valores.  La segunda, como ya adelantábamos, es la relativa al grado de coherencia entre “ser-hacer-tener” en nuestro día a día.



Creencias y Valores
Existen muchas creencias y valores, casi infinitos, si atendemos a todos los matices que cada persona puede considerar.
En cuanto a las creencias, propongo una aproximación para avanzar. Existen una serie de “creencias limitantes” trabajadas a fondo desde la psicoterapia cognitiva (Albert Ellis, Aaron Beck, Donald Meichenbaum,…) frente a otro tipo de creencias, más “potenciadoras o adaptativas” que en esencia se caracterizan por tener una naturaleza “generativo-optimista-realista”. Estas últimas nos acercan más a una vida feliz, frente a las primeras, que tienden a complicarnos la vida.
En cuanto a los valores, veamos un par de opciones para considerar cuáles nos acercan a la felicidad. Podemos identificar los valores de las principales religiones o “filosofías de vida”. Si hallamos el subconjunto de valores compartidos por la mayoría, tendremos una pista relevante.
Alternativamente, podemos ahorrarnos ese esfuerzo y considerar la propuesta de “valores universales” planteada  por Martin Seligman, tras un trabajo similar realizado durante años hace ya más de una década. Encontró 24.




Resumiendo mucho, parece que los valores relacionados con “contribución a los demás” son los que guardan la esencia de la felicidad. Curiosamente, las profesiones caracterizadas por  ayuda y generosidad son la que más relación guardan con ser feliz, independientemente de salarios, estatus y demás consideraciones “del tener”.
Por tanto, el reto de ser feliz, implica primero trabajar nuestras creencias y valores en el sentido comentado. Segundo, no menos importante, hemos de revisar la consistencia entre nuestro ser (creencias y  valores) con nuestro hacer y nuestro tener. Si, por ejemplo, trabajamos eficazmente en una sociedad prestamista aprobando créditos y por otro lado la generosidad y el altruismo son valores que nos caracterizan, tenemos difícil el ser felices. La disonancia entre lo que hago y lo que soy, en este caso extremo provocará muy posiblemente la alteración de uno de los componentes de la ecuación para evitar el malestar o sufrimiento personal.

En resumen, ante el reto de ser feliz, proponemos un plan de acción:

1º Revisa tu marco de creencias y valores.
Si es necesario, crea una versión 2.0, más alineada con  tu nuevo objetivo de ser feliz (creencias potenciadoras y valores positivos).
Valora si tus creencias básicas te limitan o, todo lo contrario, te potencian.
Igualmente identifica y sopesa tus valores, haz explícito lo que de verdad es importante para ti. ¿Son valores positivos, ecológicos, te ayudan a “crecer y contribuir”?

2º Chequea la coherencia Ser-Hacer-Tener
Valora si existe armonía entre quién eres (lo que es importante para ti reflejado en tus valores), lo que haces (y sobre todo, cómo lo haces) y lo que tienes.
Una forma de actuar consiste en identificar tus actos más característicos y frecuentes (qué hago), y pregúntate cómo los haces y sobre todo porqué; ¿es coherente con tu ser?
Igualmente constata si tu tener es consistente con tus valores y proponte los cambios que consideres oportunos.
Reajusta para lograr un mayor alineamiento.  Al actuar desde tus valores, notarás el cambio.

3º Desarrolla y mantén una mirada nítida desde tus creencias y valores
Mira con nuevos ojos lo que te rodea y lo que te ocurre en el día a día.
A veces en lo sutil y en lo pequeño se encuentra el ingrediente que lo cambia todo.
Aprovecha a disfrutar con todo lo bueno que ocurre a tu alrededor, valora cualquier descubrimiento, cambio o gesto como una oportunidad para ser un poco más feliz.
Y, si te has dado una nueva oportunidad, ¿por qué no dársela también al resto?



Feliz viaje!



Antonio Delgado



3 comentarios :

  1. La felicidad es modo de vivir.

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  2. Realmente bueno este post. Me ha gustado mucho y me ha resonado lo de la alineación. Gracias.

    Un abrazo

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  3. Excelente el análisis y la reflexión, comparto además la investigación de las 24 fortalezas de Martin Seligman. Te felicito querido Antonio, por las propuestas para elaborar un plan de acción donde lo esencial es conseguir el grado de bienestar aprovechando los recursos de las creencias y los valores, y en el valor de lo pequeño, el poder de lo pequeño....,

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