En el terreno de la compensación, mucho se ha escrito y estudiado sobre las diferencias y semejanzas entre la retribución dineraria, más formal y tangible, y el reconocimiento social, más emotivo y simbólico. ¿Responden a una misma necesidad de la persona?, ¿impactan por igual en nosotros? ¿Son complementarias, o una puede sustituir a la otra? ¿Cuál es más importante, para según qué?
Propongo una analogía que nos ayudará a explorar el tema: la analogía de
la vida y la compensación. Para estar vivos, todos tenemos que comer y que respirar; dos necesidades cualitativamente distintas, que pocos
pondrán en cuestión. La primera, más tangible y consciente; la otra, más sutil y automática.
En el terreno de la compensación
ocurre algo parecido: a cambio de nuestra contribución o desempeño sentimos la necesidad de
recibir una retribución justa que
nos permita vivir. Pero también vivimos otra necesidad, cualitativamente
distinta, quizás más sutil, pero no menos necesaria: la de ser reconocidos
y apreciados, por eso que hacemos
para contribuir (inspirado en W.
James). Limitar o eliminar cualquiera de las dos tiene efectos indeseables.
Para algunos, lo importante de la compensación es la parte tangible (los
dineros), mientras que el reconocimiento vendría a ser como un envoltorio o un accesorio prescindible.
Pero es algo más; de hecho, es mucho más. Un reconocimiento pone en contexto el valor de la contribución del
empleado, da sentido a su hacer profesional e incluso incrementa el valor percibido de los
componentes tangibles de la retribución.
Al igual que el ayuno no se compensa respirando más, tampoco podemos ahorrarnos el sueldo del empleado dándole únicamente multitud de alabanzas y aplausos por su hacer profesional.
Al igual que el ayuno no se compensa respirando más, tampoco podemos ahorrarnos el sueldo del empleado dándole únicamente multitud de alabanzas y aplausos por su hacer profesional.
El otro extremo quizás no sea tan evidente, sin embargo, tampoco
funciona. Si, como contraprestación por el trabajo realizado, recibimos una retribución dineraria justa y nada más,
en el corto plazo la cosa puede valer. Sin embargo, en seguida todos necesitamos algo más. Buscamos y agradecemos
cierta valoración, un reconocimiento
por lo realizado, si especialmente consideramos que hemos hecho un trabajo
brillante. Puede ser una mención o distinción, un nombramiento o promoción, participar
en algo especial, … De hecho, aun estando bien pagados, los talentos destacados
suelen buscar otra empresa, si en donde están carecen de dichos estímulos. Por otro lado, “sólo pagar” por el trabajo
bien hecho apenas estimula el crecimiento, frente a “reconocer dicho trabajo” que acelera la excelencia de ese talento
diferencial. Si comemos sin apenas respirar, puede que nos embotemos,
e incluso nos atragantemos. Parar un poco de engullir y disfrutar de una buena
bocanada de aire fresco es realmente reconfortante y revitalizador.
Como dieta de una vida sana, debemos encontrar un equilibrio
adecuado para alcanzar una buena “salud laboral”. En el fondo, en Bravo! somos dietistas de la
compensación: dinos tus objetivos y te ayudamos a lograr ese cuerpo organizacional tan deseado.
Siguiendo con la analogía planteada, traigo aquí algunos de los hallazgos
aportados por el Dr. Warburg, premio
Nobel por sus investigaciones sobre el cáncer. Warburg afirmó que "privar a una célula de oxígeno durante 48 horas puede convertirla en
cancerosa".
La explicación de cómo falta de oxígeno provoca una acidosis que induce
la mutación de nuestras células sanas a cancerígenas se escapa a nuestros
objetivos expositivos. Sin embargo, esta
analogía guarda un aprendizaje relevante: así como la falta de oxígeno favorece las mutaciones
cancerígenas en los organismos, la falta
de reconocimiento puede provocar un ambiente
acidófilo, induciendo potencialmente cáncer
dentro de la organización.
Warburg también descubrió que todas las células cancerosas son
anaerobias y mueren con niveles de oxígeno (reconocimiento) elevados.
En cambio, en su ausencia logran sobrevivir gracias a la glucosa
(retribución monetaria). Curioso, ¿verdad?
Obtener únicamente compensación económica por nuestro hacer
profesional, asfixiando la bocanada de aire que supone el reconocimiento, puede
acabar acidificando nuestra vida.
Aparte de que el oxígeno es un potente anticancerígeno,
también es imprescindible para transformar de forma saludable los alimentos en energía. De esta manera, en toda organización acaban
por establecerse formal o informalmente canales de oxigenación (reconocimiento)
que permitan un respiro a su gente. Una empresa, consciente de este hecho,
podría desarrollar sistemas para que llegue
el aire limpio en generosas cantidades a
todos sus miembros, y así mantenerlos sanos, alineados y productivos,
evitando mutaciones que los transformen
en sujetos inadaptados y disfuncionales.
De hecho, las personas que
de forma natural y sincera reconocen
lo bueno de los demás, funcionan a modo de grandes balones de oxígeno. Son
gente muy reconfortante y energizante, apreciada y buscada por su
entorno. Cuentan con un atractivo especial y generan dinámicas positivas, de crecimiento,
y un ambiente de confianza y respeto, cuando no de admiración, al aplaudir y celebrar lo bueno de cada uno.
Frente a este perfil, existen otros talantes más tóxicos y acidificantes, que parecen no tener
ojos más que para los fallos, los puntos débiles y los errores. Ejercen la crítica, directa o “por la espalda”, y
funcionan como ladrones de energía y
vitalidad, lo que hace que tarde o temprano suelan ser evitados por el resto –para bien del grupo!
En el fondo, una organización que sólo atienda a la demanda alimentaria (retribución
dineraria) obviando las necesidades
respiratorias (reconocimiento) de sus componentes, está haciendo más probable
su estancamiento e involución en un
entorno acidificado.
¿Algo más tóxico que esto? Pues ya sabes, da –y recibe- dosis diarias de aprecio, reconocimiento y gratitud. Mientras más, mejor. Esta
práctica rejuvenece, sana… y no crea
más dependencia de la que ya traemos de
fábrica.
Aprovecha ya que, como el aire que respiras, por ahora... ¡es gratis!
Antonio Delgado
Hola Antonio,
ResponderEliminarBuena entrada, como de costumbre, y me han encantado las analogías que has utilizado.
Un abrazo
Hola, Jorge. Cuánto, tiempo!
EliminarMuchas gracias por tu comentario.
Un abrazo,