
De un lado, conceptualmente es
el eje rector que vertebra y deriva los grandes objetivos y la estrategia de la
compañía en acciones y retos concretos para cada empleado. Se planifica,
monitoriza y valora en ciclos recurrentes en el tiempo, con sus implicaciones,
como ya hemos comentado en otros posts
recientes.
Por otro lado, también es crítica porque es una de las
prácticas que más ampollas levanta en todos los colectivos: de unas
expectativas ambiciosas, como las indicadas en el párrafo anterior, a una experiencia desalentadora. Experiencia que se encarna en la entrevista de feedback.
Tanto los jefes como los colaboradores, en una amplia mayoría (más del
80%, según distintos estudios*), se muestran insatisfechos con el
proceso y con sus implicaciones. Si por
un lado es una práctica tan importante y por otro tan insatisfactoria, ¿no
deberíamos resolver de una vez el problema?
Entonces, ¿cuál es exactamente la razón por la que no acaban de funcionar? Algunos parecen atribuirla a cierta “falta de calidad del liderazgo”,
otros ¡ a un “escaso compromiso del empleado”, incluso a una “mala gestión desde RR.HH.” o a
la “falta de implicación de la alta dirección”, que no apuestan por el sistema, ya que
no dan ejemplo con su uso y toman
decisiones sobre personas con información distinta a la generada en el proceso.
Sea como fuere, el problema parece centrarse fundamentalmente en la entrevista de
feedback, en las conversaciones jefe-colaborador alrededor del desempeño. Si esto
es así, la solución bien podría ser una formación -a mandos- y una comunicación
-al resto de empleados- práctica, concreta y “alineadora de expectativas”, dotándoles de un marco y unos recursos
que garanticen el éxito del proceso.
Sin embargo el verdadero problema quizás esté un paso más atrás. Es posible
que la formación y la comunicación ya vayan, en cierta medida, viciadas de origen. La pregunta es, ¿de
qué concepción parten? Me refiero a aspectos muy concretos y a su vez
determinantes, como creencias del tipo a: ¿es posible acordar expectativas de forma desafiante y
a la vez motivadora?, ¿cómo incentivar el comportamiento deseado en los
colaboradores?, ¿de qué forma aprendemos las personas?, entre otras.
Mientras que las empresas respondan a estas cuestiones
desde esquemas obsoletos, made in siglo
20 -o de mayor solera incluso-, poco lograremos, y muy especialmente con las
generaciones X e Y -los Millennials- que ahora
están llegando al mundo laboral.
Hablaré por ejemplo del ratio 4:1 para explicarme. Imaginemos una relación
entre dos personas, un colaborador y su jefe. A lo largo de, por ejemplo, un año el jefe va
comentando (valorando) la actuación profesional del colaborador en momentos relevantes:
qué hace, cómo lo hace, impacto logrado,… En la medida en que el ratio de feedback
positivo (refuerzos o alabanzas) sea de un 80% o más del total de feedback,
algo importante ocurre en el colaborador, a 3 niveles. De un lado, aprenderá e
incorporará ese feedback, mejorando su desempeño; de otro lado, mantendrá una
relación de confianza y respetará (valorará, no descalificará) las opiniones de
su jefe. Y tercero, se sentirá integrado en el entorno en que trabaja (equipo /
empresa). Aceptará de buen grado comentarios e indicaciones sobre cambios y
mejoras de su hacer, en un marco de relación constructiva. Si ese ratio de refuerzo / castigo por ejemplo
se invirtiese, muy posiblemente el empleado pasará del aprendizaje a la
justificación, empeorará la relación jefe-colaborador e incluso acabará
desvinculándose emocionalmente del entorno (contexto de fracaso).

Relacionado con el marco que aquí propongo existe una
práctica emergente desde lo
colaborativo. Me refiero a la práctica del reconocimiento
social en las organizaciones. Estos sistemas están resultando imprescindibles -o
al menos muy convenientes- para lograr la transformación indicada en el titular
de este post.
Imagina una conversación de feedback donde el jefe cuenta con un
registro acumulado de los hitos más significativos de su colaborador, de sus
comportamientos más destacados, alineados con los valores y capacidades
corporativos. Recogidos bajo una perspectiva social, multifuente 360º del entorno laboral del
empleado, con los reconocimientos recibidos en el ciclo que
está siendo revisado. Lógicamente son fortalezas, es una conversación con un
tinte en esencia positivo y constructivo, en donde bien caben otro tipo de valoraciones –recuerda el ratio
4:1-. Además, proponer retos de mejora es
compatible con hablar de fortalezas; de hecho, la excelencia se consigue trabajando
las áreas en las que uno es talentoso y
no tanto las debilidades que todos de alguna manera tenemos. Hacer foco en las fortalezas
es una de las claves del éxito para, como líder, lograr equipos de alto rendimiento
–ver por ejemplo el extenso estudio de Gallup al respecto-. Posiblemente el reconocimiento social es el mejor aliado para este fin.
Por tanto, implantar un sistema de reconocimiento social con el que
fomentar una cultura meritocrática y colaborativa, será la clave que marque el antes y el después en la práctica de
la gestión del desempeño, en aquellas organizaciones que se atrevan a cruzar el océano de incertidumbre de
esta propuesta. Es una práctica innovadora, de éxito contrastado por
compañías best-in-class, precisamente del otro lado del Atlántico.
Es un
mensaje para navegantes, buscadores de tesoros y early adopters.
Cambio y
corto.
Antonio Delgado
@bravoadc
* Estudios:
- Encuesta
realizada por la Society for Human Resources Management. Schellhart, Timothy D. 2009. “It’s Time to
Evaluate Your Work, and All Involved Are Groaning.” Wall Street Journal, 19
November.
- Estudio de DDI (Development Dimensions
Incorporated). Bernardin, John H., Christine M. Hagan,
Jeffrey S. Kane, and Peter Villanova. 2012 “Effective Performance Management.”
In Performance Appraisal, ed. James W. Smither. San Francisco: Jossey-Bass.
-Revista Industry WeekGosselin, Alain, Jon M. Werner, and
Nicole Halle. 2010. “Ratee Preferences Concerning
Performance Management and Appraisal.” Human Resource Development QuartERMy, Vol. 8, pp. 315-33.
Muy de acuerdo con Antonio. Algunas compañías sí han comenzado a incluir tanto los comportamientos colaborativos como el feedback 360º como un elemento más en la evaluación. Siendo una aportación muy útil, la asignatura pendiente es conseguir que ese feedback dado por compañeros, clientes internes u otros pares, el mensaje sea honesto, relevante y orientado a la mejora.
ResponderEliminarOtra consideración a tener en cuenta es cuánto valor se le va a dar a la parte colaborativa frente a la evaluación tradicional del jefe directo y cómo se van a balancear los pesos de las diferentes fuentes.
Es cierto; cada vez son más las comp'añías que incuyen formatos multifuente con la idea de mejorar la información sobre el talento y el desempeño de los empleados.
ResponderEliminarRespecto a tu segundo planteamiento, desde la perspectiva del reconocimiento social la idea no es tanto prorratear percepciones con un determinado algoritmo, sino poner a disposicion del jefe (comité de calibración o sistema de valoración exisitente) las percepciones sociales del entorno del empleado para contar con mayor información en las conversaciones jefe colaborador, desde una perspectiva más global y cualitativa que analítica (foco en desarrollo).
Muchas gracias Patricia por tus acertados comentarios.