Las dos implicaciones fundamentales de los
sistemas de gestión del desempeño son las decisiones retributivas y de desarrollo
profesional. De las primeras, hemos hablado recientemente en este sitio, compartiendo
nuestro enfoque y recomendaciones desde las prácticas de referencia y de mi
experiencia en consultoría de procesos.
Las implicaciones en cuanto a desarrollo aluden a su vez a dos
grandes esferas de actuación, distintas aunque muy relacionadas: el desarrollo como aprendizaje y mejora del perfil profesional, y el desarrollo como evolución profesional en el marco organizativo.
En el primer
caso, contamos como ejemplo de referencia los planes de desarrollo individualizados (PDIs) en donde se fijan unos
retos de mejora profesional, personalizados para el empleado. Conceptualmente están muy cerca de las políticas
y prácticas de formación tradicional
y se alimentan de ellas. Sin embargo, desde hace ya más de una década dicha práctica
ha evolucionado de una formación
estandarizada -por colectivos y temáticas- a otra más personalizada. También ha perdido fuerza la idea de formación
per se frente a la de aprendizaje,
así como lo teórico-conceptual frente a lo práctico-experiencial.
El papel de
las nuevas tecnologías ha sido -y es-
fundamental para la democratización de la
formación, haciendo accesibles a bajo coste contenidos y programas antes
reservados a unos pocos. Quitando algunos recursos excepcionales, desarrollados
bajo enfoques como la gamificación, los programas de e-learning se han hecho especialmente fuertes
cuando los objetivos de aprendizaje son contenidos
o procedimientos, resultando mucho menos eficaces cuando se trata de habilidades, especialmente las de carácter relacional / emocional. Para estos
objetivos, y siguiendo el enfoque de individualización, los procesos de
acompañamiento como el coaching se
han hecho fuertes, especialmente para
aspirantes o titulares de puestos
críticos.
Muchos de
los procesos de mejora (aprendizaje)
plasmados en los PDIs se inspiran y apoyan en la idea del autodesarrollo, en donde
el propio empleado es el responsable de hacer
real el plan (“el aprendizaje es una
puerta que se abre desde dentro”) en su día a día, compitiendo con la
realización de su propias tareas. Eso sí, normalmente cuenta con una serie de
recursos y recomendaciones de bajo coste
y alto valor para producir los resultados buscados, como por ejemplo la
identificación de tareas-reto, donde aprende y trabaja a la vez –sugerimos el
acompañamiento por un referente o experto en los primeros tramos de la curva de
aprendizaje!
Claramente, el
panorama del área de formación /
desarrollo se ha “enriquecido” tremendamente. Nuevos enfoques, formatos, retos, recursos,
prioridades,… hacen que hoy en día éste área cuente con una mayor complejidad e impacto en las
organizaciones, especialmente en aquellas que hacen suyas creencias como “nuestra ventaja competitiva es nuestra gente”,
“estamos en la era del conocimiento” o “el
aprendizaje es un proceso permanente, imprescindible en todo el ciclo de vida del
talento”. Retos como instrumentalizar
el conocimiento implícito existente, acelerar los ciclos de aprendizaje,
desplegar
todo el potencial de talento y desafiar nuevas cotas de excelencia,
hacen que cada vez más esta práctica se sitúe en el núcleo o motor de la
organización.
Por otro lado, en la segunda acepción de desarrollo, nos encontramos con las decisiones de evolución profesional, conectadas con las rutas profesionales, los planes de carrera y de sucesión.
Por otro lado, en la segunda acepción de desarrollo, nos encontramos con las decisiones de evolución profesional, conectadas con las rutas profesionales, los planes de carrera y de sucesión.
Para el
empleado suponen implicaciones como rotaciones,
traslados, estancias, participación en proyectos transversales, promociones o nombramientos. Para la
empresa, es la forma de contar con el talento más adecuado en la posición requerida,
desde un punto de vista de eficacia organizativa. Evitar vacantes en posiciones
críticas, transferir pautas, estilos y formas
de hacer o abordar proyectos ad hoc con el talento requerido, son
algunas inquietudes a las que estos procesos dan respuesta.
Ahora bien,
hoy en día contamos con un ingrediente, aún poco conocido en su detalle por nuestras
latitudes, que resulta de alto valor. De hecho, puede revolucionar estos procesos, haciéndolos mucho más eficaces a un
coste marginal. Me refiero a la práctica
del reconocimiento social. ¿Cómo
afecta en concreto al aprendizaje y a la evolución profesional? En cuanto a
los procesos de mejora y aprendizaje,
la práctica del reconocimiento social
supone un feedback valiosísimo para la persona y la empresa. Es contingente a
los comportamientos de valor realizados por el empleado en su día a día; es
instantáneo, frecuente, social (multifuente) y positivo, resultando un elemento
clave en el proceso de aprendizaje humano. El reconocimiento social acelera sin
duda la curva de excelencia de empleados,
equipos y organizaciones, optimizando todos los recursos y procesos puestos al
servicio de la mejora de capacidades individuales y organizativas.
Respecto a la vertiente de evolución profesional, el reconocimiento social también resulta tremendamente útil. Por ejemplo, muchas decisiones de promociones y nombramientos pueden verse reforzadas por la información registrada en el sistema de Reconocimiento. Basta con comprobar el histórico de reconocimientos recibidos por cada “candidato” en relación a las capacidades o competencias claves del perfil del puesto a cubrir. La perspectiva social, multifuente y neutra (no sesgada) de estos datos los hacen especialmente valiosos en estos procesos. Para un puesto de dirección, ¿elegirías a un empleado promesa que, por otro lado, apenas recibe reconocimiento en comportamientos como “visión”, “motiva y apoya”, “desafía retos”, “vive la Compañía”, frente a otro que destaca claramente en ellos? Supone una valoración 360º, activa, en tiempo real, los 365 días de año, registrada día a día, contingente a hechos reales y no de suposiciones o de resultados de “laboratorio”.
Respecto a la vertiente de evolución profesional, el reconocimiento social también resulta tremendamente útil. Por ejemplo, muchas decisiones de promociones y nombramientos pueden verse reforzadas por la información registrada en el sistema de Reconocimiento. Basta con comprobar el histórico de reconocimientos recibidos por cada “candidato” en relación a las capacidades o competencias claves del perfil del puesto a cubrir. La perspectiva social, multifuente y neutra (no sesgada) de estos datos los hacen especialmente valiosos en estos procesos. Para un puesto de dirección, ¿elegirías a un empleado promesa que, por otro lado, apenas recibe reconocimiento en comportamientos como “visión”, “motiva y apoya”, “desafía retos”, “vive la Compañía”, frente a otro que destaca claramente en ellos? Supone una valoración 360º, activa, en tiempo real, los 365 días de año, registrada día a día, contingente a hechos reales y no de suposiciones o de resultados de “laboratorio”.
Lo social, colaborativo y 2.0 ha venido
para quedarse. Son una realidad con la que, de hacerla aliada, la empresa
ganará. Los sistemas de reconocimiento social
como Bravo!
ayudan, con importantes implicaciones para la mayoría de prácticas en gestión
de personas, incluidas como hemos visto las políticas de desarrollo.
@bravoadc
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