El reconocimiento
social es posiblemente el factor externo que más influye en la motivación
intrínseca. Cuando está enfocado
sobre nuestros talentos y logros, regula nuestra percepción de
autoeficacia, haciéndola más precisa, realista y positiva. Nos ayuda a
construir una imagen mucho más orientada y funcional de nuestros talentos y
vocaciones, algo de inestimable valor para –en palabras de Ken Robinson- encontrar nuestro Elemento.
Así, lograr reconocimiento
social frecuente y genuino sobre nuestro hacer profesional puede marcar la
diferencia no sólo en nuestro rendimiento (mejorado), sino también en la
satisfacción con la tarea, incrementando nuestra sensación de flow. Mihály
Csíkszentmihályi caracteriza esta sensación, casi de gozo, como un
“enganche” con la tarea tan intenso que incluso postergamos acciones como comer
o dormir, absortos en seguir con nuestra actividad. Para sostener este fluir, contar con
feedback claro y frecuente -como el reconocimiento social- es clave.
Si efectivamente
lograr reconocimiento profesional de nuestro entorno es tan positivo, ¿qué
podemos hacer para conseguirlo? Algo muy sencillo: darlo. Reconocer y ser
reconocido son comportamientos sociales que, como otros tantos, funcionan en
espejo: tanto das, tanto recibes. No sólo desde una perspectiva
cuantitativa. También la calidad del reconocimiento recibido se equipara a la
del ofrecido. Por tanto, si queremos recibir reconocimiento continuo,
démoslo frecuentemente a otros. Si queremos que además sea de calidad,
hagamos un buen ejercicio de reconocimiento en cada acto.
¿Qué debemos tener en cuenta para dar reconocimientos de calidad?
La inmediatez
es importante. Reconocer un comportamiento después de que hayan pasado horas o
días hace que se pierda mucho de su efecto “feedback”. Lo ideal es que sea
contingente, lo más cercano posible al hecho que estamos reconociendo,
para no perder “valor”. Esta inmediatez ha de conjugarse con la oportunidad,
valorando la idoneidad del momento.
La precisión, junto con la autenticidad, es también muy relevante. Evitar generalidades o frases hechas es esencial (“qué buen trabajo”). Frente a esto, concretar a qué nos referimos aportando evidencias es mucho más valioso para la persona reconocida; ¿cómo? con un mensaje realista, expresado en tono positivo. En este sentido, personalizar el mensaje con elementos genuinos, propios del “reconocido”, ayuda a incrementar el impacto.
Agradecer también es importante. Más allá de aportar al otro el dato de lo valioso de su conducta, dar un agradecimiento sincero añade un tinte emocional que hace más fluida la relación y multiplica su impacto motivacional.
Narrar, haciéndolo visual.
Me refiero a expresarlo con un estilo cercano, comprensible y atractivo, a modo
de storytelling, más que a una sucesión de evidencias o
datos planos, fríos o inconexos.
Por último, una
referencia al carácter social del reconocimiento del que aquí hablamos.
Su ejercicio en el día a día mejora claramente muchos aspectos
relacionales de una organización: incrementa la escucha y la colaboración,
mejora el clima social y la calidad de las interacciones, alimentando la
vinculación y el orgullo de pertenencia de los empleados con la
firma. Así, contar con una cultura de reconocimiento hoy es un hecho diferencial
de muchas compañías best-in-class, según
se señala en estudios recientes.
Antonio Delgado
ad@videobravo.net
Muy buen articulo...
ResponderEliminarSaludos desde people hcm